Recluso nº

miércoles, 21 de abril de 2010

La ley es la ley

- Jugaron.

- ¿Cómo que jugaron? ¿Hubo tocamientos?

- Si, claro, practicaron sexo.

- ¿La forzaron?

- Según ellos fue consentido. Afirman que fue ella quien lo sugirió.

- Pero los padres de la chica mantienen su denuncia alegando abusos.- La jueza miró inquisitivamente a los agentes esperando una respuesta que la pudiera satisfacer.- Descríbanme los hechos.

Uno de los agentes dio un pequeño paso mirando a su compañero y comenzó a relatar lo acontecido, con tranquilidad. No sabía como afrontar un tema tan delicado, así que carraspeó y de su boca brotó un hilo de voz que comenzó a formar palabras.

- Según relatan los dos jóvenes, esta misma mañana paseaban con la chica. Son amigos desde hace tiempo y compañeros de clase. Al parecer ella sugirió ir los tres al descampado que hay detrás del polideportivo y… - Titubeo.- “jugar”.

Su gesto se tornó más serio antes de continuar.

- Uno de ellos afirma que ni siquiera participó. Según él, en cuanto observó a su amigo sobre la chica, se marchó a su casa. La joven confirma este hecho.

- Prosiga.- La jueza entrelazó sus dedos mientras escuchaba el relato.

- Cuando la chica llegó a su casa, contó lo sucedido a sus padres y estos bajaron a comisaría a cursar la denuncia.

- Si fuera consentido no habrían interpuesto la denuncia. ¿No cree señor agente?

- Evidentemente.

- ¿Dónde están ahora mismo?

- En la sala de espera.

La magistrado ordenó unos papeles antes de cursar las órdenes con un furioso bufido.

- Ingrésenlos ahora mismo en el calabozo.

- Pero con todos mis respetos, en primer lugar no está probado el delito y en segundo…

- ¿No me ha oído? No quiero excusas. Esos dos individuos los quiero en el calabozo ahora mismo.

- Pero si me permite explicar…

- ¡No hay explicación que valga! – Su grito estalló en el pequeño aula. No amedrentó al policía para explicarse…


Durante la noche se escuchaban los lamentos angustiosos de dos jóvenes en el calabozo de la comisaría. Lloraban desconsolados. Sus ojos inyectados en sangre de tantas lágrimas derramadas. Sus fosas nasales adornadas con mucosidades. Ambos abrazados, ambos temblorosos, ambos asustados, ambos solos, ambos ignorantes del porqué tenían que pasar esa noche privados de la libertad.
Más arriba los padres de los jóvenes pedían pasar la noche acompañando a sus hijos en el calabozo. Suplicaban no dejarles solos. Suplicaban pasar la noche encerrados con ellos. Los policías entendían la situación, pero no podían desobedecer las ordenes de la jueza.

En su casa la chica era ajena a todo aquello. Dormía placidamente soñando con los besos que aquella mañana recibió.

- ¡No hay explicación que valga! – Su grito estalló en el pequeño aula. No amedrentó al policía para explicarse.

- ¡Si! ¡Si la hay! Los tres jóvenes son deficientes mentales, son síndrome de down, por dios, sólo era un juego mal interpretado por los padres de ella.

La magistrado enmudeció durante unos instantes. Era un dato que desconocía. Su voz se calmó, casi imperceptible y mirando aquellos papeles que antes ordenó, volvió a sentenciar.

- La ley es la ley. Ratifico mi decisión.

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Nota: Que más quisiera yo que todo esto fuera una invención de mí alocada cabeza. Que más quisiera yo no haber escuchado este testimonio y que más quisiera yo no haberlo escrito nunca.

Hecho real sucedido el 24 de Diciembre del 2007 en Parla (Madrid).

1 comentario:

  1. Éste escrito siempre me ha puesto la carne de gallina ante la ceguera de todo el mundo... Es sobrecogedor.

    Sí, ojalá no hubiese pasado, y ojalá no lo hubieses tenido que escribir, pero no sólo estamos para construir fantasías, ¿verdad?

    Sólo una petición... ¿Cómo acabó la historia?

    Un abrazo.

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