Recluso nº

miércoles, 21 de abril de 2010

Logia - Reflejos

Siempre admiré a aquel hombre que aparecía al otro lado del espejo. Hasta el día que perdí mi empleo.
Día tras día, le veo asomar su cara a través del espejo y mirarme a modo de saludo.
No parece tener dudas, no parece temer nada.
Mírale.
No parece tener problemas con la sociedad. Él no parece estar en paro como yo, aunque siempre le veo frente a mí cada vez que miro a través de esa ventana.
Me observa. Sé que me mira y lo hace descaradamente.
Todos los días está ahí.
Aunque esté dándole la espalda sé que está ahí y cada vez que me giro para sorprenderle, él hace lo mismo.
Le estudio.
A cada día que pasa estoy más convencido que él piensa lo mismo de mí.
Él me estudia.
Tengo que vigilarlo. No me fío de él.
Cada mañana, al despertarme, me asomo a esa ventana siniestra.
Me lleva ventaja. Sabe mis movimientos, porque siempre aparece a la par.
Cada plan que elaboro para sorprenderle parece ser conocido de antemano.
Traslado el colchón de mi habitación al salón, para poder controlar mejor a aquel extraño. Aquel extraño que desde hace semanas se ha convertido prácticamente en mi única compañía.

Trato de sacar información en cada gesto suyo.
Es como un bloque de hielo. Impenetrable pero he descubierto esa grieta por donde se filtra toda la información.
Sus pupilas. Me dicen que es un hombre feliz y que me compadece.
¿Será engreído? Le doy lástima.


Despierto. No sé que hora es, pero aún no clarea por la ventana. Es muy pronto. Tal vez hoy me pueda adelantar a sus movimientos. Me incorporo lo más sigiloso que puedo. No quiero despertarle.
Me acerco pegado a la pared, tal y como he visto cientos de veces en películas de policías antes del asalto donde el malo de turno espera armado y con la chica del protagonista atada.
Una pequeña cuenta atrás y asomo la cabeza.
No hay nadie.
Su habitación esta vacía.
Tal vez trabaja de noche. Si, debe ser eso.
Por eso mismo siempre que estoy despierto él está por aquí. Se escapa cada vez que no le controlo, lo sabía. Sólo cuando duermo.
Su habitación es exactamente igual a la mía. Pero esta limpia y ordenada. Observo la mía. Llevo meses sin hacerme cargo de las labores del hogar. Esta maldita obsesión mía. Pero por fin a dados sus frutos.
Debo investigar más aún.
Corro a la terraza de la cocina, tomo una escalera de mano y lo apoyo en el espejo. Debo andar con cuidado. Puede aparecer en cualquier momento. Palpo mi bolsillo derecho del pantalón y me aseguro de que un cuchillo se aloja dentro, justo antes de subirme al primer peldaño.
No me cuesta entrar en el apartamento contiguo.
El extraño no está en su casa. El silencio pesa como una enorme losa.
Me llama la atención que la decoración es la misma que la de mi propia casa.
Exceptuando ciertos detalles todo es igual.
En la mesilla la foto de una mujer preciosa. Debe ser su amante.
Hay también una pequeña pecera encima de la mesa camilla. Un pez dentro juega, si así se le puede atribuir, viajando del fondo a la superficie y viceversa.
Escruto la habitación, por lo demás todo es igual. Incluso el espejo de la pared.
Un espejo grande. Un espejo que no refleja la habitación donde estoy.
Es una ventana. Al otro lado hay una habitación totalmente desordenada, con un colchón tirado en el suelo.
Envoltorios de chocolatinas y latas vacías decoran el suelo.
Pobre inquilino. Debe ser tremendamente desafortunado.
Un rostro se asoma al otro lado. Un rostro de alguien que mira al mundo con tristeza y desconfianza. Un extraño que parece haberlo perdido todo.
¿Qué le habrá empujado a esa situación? ¿Qué le habrá llevado a dejar la casa en tal situación? Pobre hombre. Le compadezco.

http://www.chemamadoz.com/gallery/escalera.jpg

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