Recluso nº

martes, 10 de mayo de 2011

Niña bien - Capitulo 11

La locura en un estado transitorio te transporta a lugares desconocidos donde todo puede ser mágico y maravilloso o por el contrario cruel y dañino, dependiendo de cómo pilotes la nave en ese mar revuelto.

Navegar en el mar de la enajenación es un trámite por el que todos pasaremos alguna vez en la vida.

Si lo que vemos nos desagrada evitaremos tomar el mismo camino. Por el contrario si aquello que descubrimos nos reporta placer, sólo volveremos a la cordura si somos capaces diferenciar y asumir la realidad, tomándola como ajena y necesaria.

- Ven.- Imperativa.

Estaba totalmente desubicado con lo sucedido. No podía aún encajar las piezas de este puzzle, pero no tardé en darme cuenta del juego.

¿En que momento Marta dejó su turno a Tania? ¿Marta también había estado dentro? ¿Fue Marta o Tania la que bebió de mi boca? ¿Quién ideó todo esto?

Marta permanecía seria a pesar de todo.

Ahora estaba totalmente dentro de la ducha. De cuclillas bajo el agua vaporizada enseñándome su sexo hinchado mientras se acariciaba suavemente esa piel desnuda y rasurada. Su semblante seguía siendo serio y grave no obstante.

La única satisfecha con todo este engaño era como de costumbre la niña mimada, cuya actitud seguía siendo imperativa y desafiante.

A pesar de mis ganas de marcharme, yo seguía siendo el esclavo y como tal debía obedecer. Así que volví a estar de cara a mi dueña.

Su mano cruzó rápidamente mi cara.

Fue la segunda vez que Tania me golpeó, y entendí que no sería la última.

Mi primera reacción después de quedarme perplejo, fue tratar de devolver la bofetada pero me quedé estático. Entonces comprendí que ahora sí era ella realmente la dueña de mis actos.

Mi mejilla comenzó a palpitar ardiendo de una manera atroz. Sorprendentemente noté la misma sensación entre mis piernas. Esa agresión me resultó tremendamente estimulante y lo único que pude pronunciar fue un escueto y sumiso perdón.

Volvía a ser ese niño regañado por su madre. Así me sentía pero lo más extraño de todo es que ese rol que me asignaron y acepté, me estaba gustando.

- ¿Perdón dices? – Gritó con el índice amenazante. Cumplía perfectamente con su papel.- Lo siento, pero tengo que castigarte.- Fingió poner cara de malhumorada situando sus manos en jarra. - ¿Qué soy?

- Eres mi dueña.

- ¿Y por que no me besas a mi igual?

- No lo sé.

- Esa respuesta no me vale. Recuerda que tu boca es mía, tu lengua es mía, tus manos son mías, tu polla es mía y tu culo es mío. – En cada pronombre posesivo incidía, incrustando la palabra en mi oído, como un cuchillo hundiéndose en la carne.

- Date la vuelta y mira a tu segunda dueña sin olvidar que yo soy la tuya. La primera, a quien debes obedecer siempre.- Y ese “siempre” se tatuó en mi cabeza de manera perpetua, que aún hoy después de todo lo que os contaré con el paso del tiempo, sigue martilleándome como si fuera un yunque.

Obedecí.

Marta permanecía agachada regada por ese vapor de agua. Las gotas de agua se condensaban en su cuerpo, uniéndose a las gotas de sudor que brotaban de cada poro de su piel. Su pelo comenzaba a encresparse y convertía su rostro grave en una fiera salvaje.

Tania me abrazó por detrás deslizando sus manos por mi abdomen antes de susurrar en mi oreja, mientras agarraba con fuerza todo aquello que mencionaba.

- ¿De quien es este cuerpo?
- Tuyo.
- ¿Y esta polla?
- Tuya.
- ¿Y este culo?
- Tuyo.
- Bien y para que se te quede grabado.- Esta vez no fue un susurro. Fue una palabra vomitada entre dientes apretados con fuerza.

Me azotó con tal impulso que el estallido de su mano resonó en todo el cuarto de baño. Observé a Marta cerrar con fuerza sus preciosos ojos en un gesto emotivo de dolor.

No lo veía pero podía intuir la marca de su mano perfectamente definida en mi nalga.
Me obligó a girarme y me miró directamente a los ojos.

- Eso para que no se te olvide.- Me agarró de la nuca y me besó como lo hacía minutos antes penetrando mi boca con una lengua enorme y carnosa, húmeda y caliente, tomando con su mano mi polla y deslizándola suavemente entre sus piernas otra vez.

La humedad reinante en la cabina o el que desprendía de su propio coño, no sabría afirmarlo pero esa saturación de rocío permitía que mi glande resbalara acariciando suavemente los abultados labios de su entrepierna. Era como una torpe y enorme lengua. Una en su boca, otra en su bajo vientre.

Suspiraba de nuevo tratando de arrebatar el aire de mis propios pulmones en cada calada. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable entre la condensación y el calor.

Me volvió a separar y darme la vuelta de nuevo. Marta observaba como una gata en celo.

- Inclínate.

Como en una reverencia hacía mi segunda ama, quedé a merced de mi legítima dueña, la cual comenzó a deslizar sus manos por mi espalda.

Noté como descargaba sobre mí el viscoso gel helado. Un enorme chorro, el cual comenzó a extenderlo por toda ella con caricias, desde mis hombros hasta mis lumbares. Me regalaba unos masajes neuro sedantes, demasiado agradables, cuyo único fin era relajarme ante lo que inminentemente se me reservaba.

Subió sus manos por mis omoplatos hasta fijar sus dedos junto a mi cuello. Me aferraba y me soltaba de nuevo para acariciarme.

Cada vez que me agarraba de los trapecios golpeaba mi culo con un golpe de cadera simulando una sodomización por su parte.

- ¿Te gusta Marta? ¿No sería divertido tener una polla como la suya para poder hacerle esto? – Y volvía a golpear con sus caderas.

Marta sólo asentía con la cabeza clavando sus ojos en los míos. Sus dedos de nuevo volvieron a jugar entre sus muslos.

- Si.- Dejó morir en el aire lentamente esa afirmación como deleitándose con sus ideas lascivas, mientras seguía un bamboleo acompasado con sus caderas empujando las mías, como cabalgándome.- Creo que será una buena forma de que lo recuerdes para siempre.

Su mano izquierda se atenazó en el trapecio y su mano derecha resbaló por mi espalda hasta perderse entre mis nalgas. Note sus resbaladizos dedos jugar en la puertas de mi ano y supe lo que instantáneamente iba a suceder.

Una leve presión se abrió camino en mí y sentí su dedo hurgar dentro.

Una extraña sensación explotó entonces en ese gesto reptando por mi columna vertebral como una serpiente y descendiendo como un estampido demoliendo mis piernas.

No recuerdo si chillé, si jadeé, si pronuncié palabra alguna o simplemente permanecí en silencio.
Sólo recuerdo que descubrí una extraña sensación mezcla de dolor y placer, que jamás antes había experimentado. La penetración era algo inevitable, mi única posibilidad era relajarme y tratar de buscar mayor peso en el placer que ello me proporcionaba.

- ¿Te gusta?- Tania pareció volverse loca. Recordé entonces aquellos mitos que resonaban lejanos en mis días de instituto, en los que el dios Dioniso poseía a sus bacantes en una locura de ebriedad y lujuria sin límites. Todo podía pasar cuando esas mujeres tomaban el mando impulsadas por una enajenación transitoria esta vez debido a la lujuria y no al alcohol.
Yo era preso de la locura de dos siervas de Baco.

Su dedo resbalaba dentro de mí con fluidez. Creo que para Tania era demasiada facilidad y sentí como otro dedo pretendía hacerse hueco también. Temblé y al notarlo sus uñas se clavaron en mi piel conteniendo mi leve intento de impedir el paso y así fui penetrado nuevamente por dos dedos.

La fuerza flaqueó en mis piernas y me derrumbé quedando arrodillado frente a Marta. El agua torrencial golpeaba mi espalda como cayendo de una sima.

Al caer los dedos salieron de mí y sentí como mi ano ardía aún abierto.

Quedé sostenido por mis antebrazos y rodillas, ofreciendo mi culo a mi dueña.

- ¿Ya has caído? ¿Acaso quieres que pare?- Sentí como se arrodillaba detrás de mí para ponerse a mi altura.- ¿Quieres que pare?

Negué. No sé porque lo hice, pero negué con la cabeza. Y al hacerlo escuché un sonido que salía de la boca de Tania como signo de satisfacción.

Sentí su mano acariciar mis testículos desde atrás, lo que provocó que mi piel se erizará de placer.

Volvió a acariciarlos justo antes de introducir de nuevo primero un dedo y seguidamente otro detrás de mí.

Fue entonces cuando tomé consciencia de mi situación. Estaba siendo penetrado por una mujer que odiaba y era mi dueña, con mi cabeza perdida entre los muslos de otra mujer a la que deseaba y se masturbaba a un palmo de mi cara.

Centré entonces mi atención en los dedos de Tania. Hurgaban con maestría y se movían dentro de mí con una soltura que jamás podría haber imaginado. De repente, como en un fogonazo, uno de sus dedos tocó un punto de mi interior que me dejó sin aliento.

No sabría describir que ocurrió en ese instante, pero un segundo después sentí como mi cuerpo cobraba vida propia.

Mi sexo se hinchó como nunca lo había hecho mientras mis extremidades temblaban febrilmente. Agaché mi cabeza para descubrir la mayor erección que había tenido jamás y comprobar como de la punta brotaba un espeso líquido transparente.

Grité en silencio con la boca abierta. El agua que caía por mi espalda resbalaba por la comisura de mis labios fundiéndose con la saliva que era incapaz de tragar. Era tal el estallido de placer que instintivamente mis caderas comenzaron a moverse al compás.

Tania siguió masajeando ese punto con sus dedos y no pude reprimir aullar como un animal implorando que no parase.

No podía ver la cara de mi ama, pero sí la de Marta que mordía sus labios y bufaba como yo, empapados todos en agua, sudor y sexo.

El sexo condensado que empañaba los cristales de las mamparas y perfumaba toda esa estancia para añadir más leña a la hoguera.

Sus piernas también flaquearon y tomó asiento en el suelo abriendo sus piernas y sirviendo su sexo como manjar para mí.

Abultado, ardiente, palpitante, carnoso, sabroso. Si, sabroso. Exquisito.

Su coño en mi boca y mi lengua tratando de hacer lo que unos dedos me hacían a mí. Sentía mis papilas gustativas estudiando cada pliegue de su sexo. Estallando en cada gota de su delicioso jugo.

Como explicar la textura carnosa de unos labios abultados por la excitación. Canibalismo sexual. Deseaba engullir toda su entrepierna. Deseaba beber todo ese flujo, mezclado con sudor y agua vaporizada. Deseaba alimentarme de ella.

Todo era instintivo, salvaje. Habíamos viajado a lo más primario de nuestro consciente. Sólo era consciente de nuestro instinto y del placer.

Nada importaba. Todo importaba.

Tania follando brutalmente mi culo mientras se masturbaba con su mano libre. Sus gemidos chocaban con los azulejos reverberando en nuestros corazones.

Marta sintiendo su coño engullido por una lengua ávida y voraz, incapaz de frenar hasta ser debidamente hastiada.

Y yo. Pobre de mí. Siendo perfectamente penetrado y disfrutando de ello mientras, y sin saber como podía hacerlo, acariciando mi propio y enorme sexo entre gritos, jadeos, insultos, súplicas y demás impulsos vocales hasta conformar un celestial coro coronado por un clímax triple, como guinda del pastel.

Si. Los tres gritamos entre espasmos musculares de orgasmos múltiples, hasta caer a plomo sobre el suelo de la ducha.

El agua seguía golpeando mi espalda. El ano me ardía. Mucho. Marta estaba sentada jadeando frente a mí, con su espalda apoyada en la pared. Sus cabellos tapaban parte de su cara.
Intuí a Tania de la misma forma. Los jadeos poco a poco se extinguían a medida que la respiración se normalizaba.

Observé como el semen que salió de mí, se perdía por el sumidero empujado por un torrente imparable.

Asocié esa imagen con mi propia vida.

Aturdidos y destrozados, tardamos en regresar al mundo terrenal de Apolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario