Recluso nº

martes, 10 de mayo de 2011

Niña bien - capitulo 8

Estático. Sumiso.

Complaciente.

Es difícil describir la sensación de ser objeto.

La presa jamás intuye que puede ser trofeo. El cazador observa, estudia, fija su mirada tratando de descifrar los movimientos de su caza. Cuando ambos entran en sintonía de pensamientos e ideas se desata la violencia y sólo uno obtiene la victoria. La supervivencia de uno se somete a la muerte del otro. Todo se reduce a eso.

Mordía suavemente sus labios apurando el bocado de los míos propios intentado prolongar ese instante al infinito. No quería acabar nunca de sentir la húmeda ternura de su boca y el cálido y perfumado aliento de su respiración conquistando mis pulmones.Su aliento me alimentaba.

Notaba mi corazón palpitar y acaricié sus mejillas mientras sus ojos y los míos permanecían unos fijados a los otros irremediablemente. Perdí mis dedos en su cabello y junté mí frente a la suya.


Pude verla sonreír por un instante. Una imagen que apenas recordaba de su boca.

Pocas veces o casi nunca sonreía y esa imagen la hacía mucho más especial.
Notaba su tibio cuerpo abrazado al mió, solamente vestidos por una manta que nos abrigaba a ambos.

Sentado uno frente al otro en una cama deshecha siendo testigos y protagonistas de algo que se nos fue de las manos tal vez.

- Esto no está bien.- Susurró.
- Lo sé.

Suspiró lentamente.

- Ay mi niño. Si tuvieras más edad.- Notes sus brazos aforrándome con mas fuerza.
- La mejor edad es la que no se tiene en cuenta.
- ¿Quieres seguir adelante con ello? – Me miró de nuevo a los ojos fijamente. Intuí deseo, pero también duda.
- Hasta el final.
Volví a perderme en esos enormes ojos claros que me hipnotizaban. Me sentía irremediablemente atraído como un gato jugando con un ratón.

Sellé mis labios en los suyos y me sentí inundado por su lengua suave, cálida y húmeda. El sabor de su saliva era dulce y salado a la vez. Era el sabor del néctar. Era un jugo adictivo. Era mi droga, mi heroína y su lengua era una dulce inyección que me trasportaba a mundos alejados de la realidad. El tiempo pasaba pero permanecía estático.

Quise hablar, pero sólo emití un susurro incomprensible que terminó siendo una leve brisa y muriendo en el acantilado de su clavícula.

Sus dedos cayeron por mi espalda derrumbando mis pocas dudas de seguir con todo. Noté mi piel erizarse mientras hundía mi cara en su cuello. El perfume de su propia piel embriagaba mis sentidos. Me deshacía en el calor del tacto de su pecho desnudo reposando en el mío, de sus muslos abiertos entrelazados con mis piernas.

Notaba el calor de su entrepierna abrazando la mía, pero sabía que no era sólo sexo. Me hacía sentir demasiado arriba. Más arriba del cielo. Mucho más alejado de la tierra. Muy por encima del trono de un Dios cuyos designios son inescrutables y su poder domina cada actuación en la tierra, dándome el regalo que entre mis manos ardía.

La miré de nuevo. Quise cerciorarme de que ella estaba ahí.

Sus labios increíblemente carnosos aún brillaban regados por mi saliva. Sus ojos poderosos, acompañados de un casi sempiterno semblante serio. Su cuerpo maduro y perfecto. Maduro y apetecible. Mi tentación.

Acaricié sus mejillas con una mano, la cual quiso recorrer su piel desde la barbilla a su cuello. Mordió mi pulgar con sus labios, antes de dejarlo caer hasta su pecho. Precioso. Soberbio. Exquisito. Altivo como ella misma. Lo mimé también antes de dejar mis dedos resbalar entre ellos para adentrarse en zonas más cálidas y húmedas, mientras recordaba el día que la conocí.
Un mes antes allí estaba yo. En el salón de una enorme casa propiedad de una familia acomodada cuya hija tenía como único estimulo, trastocar mi vida.

Me mandó un mensaje indicándome que tenía una sorpresa para mí.

Llamé a la puerta de su casa y me abrió con una sonrisa plena. La seguí hasta la sala de estar y descubrí que no estaba sola.

- ¿Te gusta?- Preguntó mientras entraba en la estancia.- Es mío.- Tania mostró su sonrisa de niña de bien que tanto asco me provocaba.

Una mujer aparecía sentada en el sofá más alejado de mí. Su amiga parecía mayor que ella, incluso mayor que yo. Lo noté por su madurez, más que por su aspecto físico.

Seria, grave, altiva, con unos inquisitivos y enormes ojos claros que parecían estudiarme detenidamente. Una de esas personas que su mera presencia te hace sentirte minúsculo y ridículo a su lado. No obstante de una belleza atroz, perturbadora y felina.

- Si.- Una escueta respuesta, para una mente madura.
- Hace todo lo que le pido.
- Interesante.
- Si te apetece puedes usarlo.

Los ojos de aquella mujer brillaron por un instante ante la posibilidad que Tania planteaba. Se abrieron haciéndose si cabe más grandes. Se abrieron como una nueva puerta que jamás había imaginado.

Me cedió como una mercancía cualquiera. Así era y así lo acepté. Era parte del juego. Yo no era más que un esclavo que podía pasar a las manos de aquella persona que mi ama decidiera.

- ¿Y puedo hacer lo que me plazca?- Arqueó una ceja.
- Si, claro. ¿Quieres que se desnude ahora mismo?
Asintió con la cabeza.
- Ya has oído. Quítate la ropa.

No aparté mi vista de aquella mujer a medida que mi vestuario comenzaba a ser parte del enmoquetado.

Era un reto, un juego, donde sólo uno podía ganar y no era yo.

Totalmente desnudo sentí el frío que atenazaba mis músculos tensándolos hasta hacerlos temblar.

Ella mantuvo su mirada desafiante. Yo seguí el juego.

Tania se acercó a mí y pasó una mano alrededor de mi cuello y posó la otra en mi pecho.

- ¿Ves? Hace todo lo que pido. – Dejó fluir una risa infantil.- ¿No te gusta su cuerpo?

Dejó deslizar su mano por mi torso parsimoniosamente, reptando con sus dedos sobre mi pecho, abdomen, ombligo, hasta encontrar un sexo ya erecto y palpitante y envolverlo con sus dedos.
Meneaba su mano masturbándome lentamente, mientras sonreía a su amiga, que permanecía atenta sentada en el sofá.

Durante un instante me pareció verlo. Un instante fugaz en el que mordió sus labios, justo antes de romper la tensión del momento.

- Basta.- Su tono de voz no concordaba con la dureza de su rostro. Pero podría afirmar que saltó como un resorte de aquel sofá en el que estaba hundiéndose, mientras pedía a mi ama que dejara de acariciarme.

Caminó varios pasos hasta detenerse frente a mí y dejar su cara a escasos centímetros de mi boca. Su aliento era cálido y perfumado.

- Esta tarde vendrás a mi casa. Tania te dará mi dirección.- Se giró hacia su amiga y se despidió con un leve beso en los labios.- Gracias Tania. Ya hablaremos de cómo se porta tu esclavo.

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